Normales, redondas, dos tonos, roban miradas, hacen que muchas bocas baben, muchas mentes las desee y nadie las posee. Son dos, gemelas, separadas al nacer. Pero la vida con sus ocurrencias las unió en un mismo cuerpo. Capaz de levantar deseo, al menos eso siempre me he creído.
De las dos una me dio problemas o al menos eso creyó mami, que me daría problema. Dolió. Y más ese martes de junio que visité el centro de senología, y aquella asistente las apretó como china traviesa que no bota jugo. La miré, la odié y entendí: “es su trabajo”.
Fui sola, mejor así que mal acompañada. “es una masa benigna”, me decían en todas partes. Aun así nadie me pudo decir a ciencia cierta qué tipo de masa era. Fueron muchas pastillas, dolores callados y lágrimas fugases.
Positiva todo el tiempo. Como dicen por ahí “yerba mala nunca muere”. De eso me agarré.
El miedo siempre estuvo presente. No existe récord hereditario y porqué ser la primera. No cáncer, gracias a Dios. Sentí el temor de la juventud, de perecer.
Ser mujer es difícil. Desde los días del mes hasta el ser bella. Estamos tan inundados de prejuicios sociales y estereotipos estéticos que si no eres bella, no sirves. Lamentablemente. Una persona me comentó que las pastillitas chinas para adelgazar son cancerígenas. No me atrevo achacárselo, pero… Ser muy bella o querer serlo cuesta, enferma y casi mata.
Lo cierto es que la teta mes tras mes hace de las suyas. Ustedes saben, por eso de ser mujer.
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