jueves, 2 de septiembre de 2010

Teta



Normales, redondas, dos tonos, roban miradas, hacen que muchas bocas baben, muchas mentes las desee y nadie las posee. Son dos, gemelas, separadas al nacer. Pero la vida con sus ocurrencias las unió en un mismo cuerpo. Capaz de levantar deseo, al menos eso siempre me he creído.

De las dos una me dio problemas o al menos eso creyó mami, que me daría problema. Dolió. Y más ese martes de junio que visité el centro de senología, y aquella asistente las apretó como china traviesa que no bota jugo. La miré, la odié y entendí: “es su trabajo”.

Fui sola, mejor así que mal acompañada. “es una masa benigna”, me decían en todas partes. Aun así nadie me pudo decir a ciencia cierta qué tipo de masa era. Fueron muchas pastillas, dolores callados y lágrimas fugases.

Positiva todo el tiempo. Como dicen por ahí “yerba mala nunca muere”. De eso me agarré.

El miedo siempre estuvo presente. No existe récord hereditario y porqué ser la primera. No cáncer, gracias a Dios. Sentí el temor de la juventud, de perecer.

Ser mujer es difícil. Desde los días del mes hasta el ser bella. Estamos tan inundados de prejuicios sociales y estereotipos estéticos que si no eres bella, no sirves. Lamentablemente. Una persona me comentó que las pastillitas chinas para adelgazar son cancerígenas. No me atrevo achacárselo, pero… Ser muy bella o querer serlo cuesta, enferma y casi mata.

Lo cierto es que la teta mes tras mes hace de las suyas. Ustedes saben, por eso de ser mujer.

Lágrimas, risas y su negrita

En otro encuentro menos casual que el anterior, un poco más sistemático. Algo planeado pero con el mismo o más sentimiento; hablamos.

Esta vez entre relajo y relajo hizo acto de presencia la nostalgia. Recordó su “negrita”. La trajo en presencia cuando mencionó que: “había sido el único amor de su vida”. La que le regaló lo más grande, su hijo.

Su sonrisa se nubló, mientras sus ojos cambiaron de brillo. Cada palabra que pronunció estaba invadida de melancolía. Tanto así que sufrí al momento.

Ella, otra víctima del cáncer de mama. Me contó de sus años como vendedor de automóviles (fueron 15), de su vida familiar, su hijo, su mujer, sus amoríos…

… “Ninguna como esa negrita”.

“Esa negrita me tenía loco” subrayó. Justo ahí, una agrupación de agua inundaba sus ojos.

Su vida matrimonial fue una normal. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Siempre le tocaba recoger a su retoño en la escuela.

Antes de toda esta conversación, me visitó al trabajo. Me observó, me “setió”, me habló, me distrajo y me atrasó. Al irme chocamos. Como de costumbre, reímos, pensamos, recordamos y tripeamos. Esta vez a mi compañera de trabajo, pero ojo, él empezó.

Cada encuentro es más ameno. Me pompea a escribir, me llena la musa, tanto así que se ha convertido en uno de mis protagonistas favoritos. Es bien lindo nadar entre lágrimas, sonrisas y su negrita.