Hoy es la primera noche de brujas que paso fuera de mi hogar. A muchos metros de distancia. A pesar de que varios años atrás dejé de celebrarlo, hoy por obvias razones me gustaría estar en la calle buscado dulces, o lo que no se me ha perdido. También es la primera noche de brujas que la paso escribiendo y todo gracias a tener una razón válida: tanta soledad.
Hace varios meses ando disfrazada. Desde aquellos días de agosto llevo una careta de felicidad y una sonrisa alquilada. Para que no se note lo desgastada que ando, todas las noches recurro al ritual de belleza que me enseñaron donde pagué por un poco de alegría, jolgorio, risas y sonrisas.
Mientras escribo estas líneas mi mente regresa al pasado, acompaña a mi musa, me abandona y encara lo que le ha tocado.
La soledad es dura, la falta de amor; hastiante, y recordar lo que no se debe; el pase a la muerte lenta.
Un terrible dolor de boca (de esos que nacen cuando aguantas las ganas de llorar), de lágrimas al punto del desborde, y ese habitual nudo -que suelo ignorar- que me invita a escribir.
La noche de brujas se resume en lágrimas, recuerdos, mensajes inconclusos, llamadas humillantes, soledad, textos del adiós, pastillas para dormir, malestar y arrepentimientos.
Happy Halloween.
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