Cuando nació el 19 de noviembre de 1919 su madre nunca pensó que Lolita les daría dolores de cabezas a muchos. Dolores Lebrón Sotomayor, mejor conocía como Lolita Lebrón; una heroína puertorriqueña, aunque les duela a muchos. No trepó paredes como Gatubela ni usó capucha como la Mujer Maravilla, pero que sin duda alguna, tuvo más agallas que esas dos juntas.
Desde pequeña Lolita se identificó y fue fiel creyente con el ideal independentista puertorriqueño.
Valentía no le faltó cuando en el 1954 arremetió contra la Cámara de Representantes de los Estados Unidos con el fin de demandar la situación colonial de la Isla. Por lo que cumplió 25 años de prisión, lamentablemente. A pesar de eso nunca dio por terminada su labor y permaneció activa en la lucha por la independencia de Puerto Rico hasta su último suspiro.
Gracias a una amnistía otorgada por Jimmy Carter salió de prisión. Cosa que provocó que al ‘Caballo Blanco’ se le saliera lo de negro, diciendo que ella era una terrorista y que el acto hecho por Carter fomentaba el “terrorismo”.
Si definimos el terrorismo, encontramos que es “el uso de violencia para el logro de objetivos políticos”, entonces si me remonto al 1978 para ser más exactos el 25 de julio, donde la policía ejecutó dos jóvenes independentistas, qué se puede sacar. Sí, el poco mencionado caso del Cerro Maravilla. ¿Y eso no es terrorismo? Por favor, recuerden quién estaba en la gobernación para ese entonces. Y sabrán.
Mañana se cumple un mes de la partida de Lolita y su nombre sigue intacto. Y su legado más todavía. Frases como “¡Viva Puerto Rico Libre!” Y “¡Yo no vine a matar a nadie, yo vine a morir por Puerto Rico!” sin que quepa duda serán pronunciadas una y otra vez.
Lo que sí puedo asumir es que sus labios alguna vez pudieron pronunciar “No me llames Dolores… llámame Lolita”.
Y si no fue así, lo dije yo.