Pedí un papel y me dieron un index card. Una sola, me imagino que con la intención de ser llenado por ambos lados. Y lo qué no cabe, no se dice. No interesa, se calla.
Hasta diminutamente se nota la poca o nada libertad de expresión que existe. Tanto así que antes de escribir (lo que sea) tienes que contestarte a otro primero que a ti las 5’W. ¿Qué? ¿Quién? ¿Cuándo? ¿Dónde? ¿Cómo? Eso no es justo. El arte de escribir o de saber escribir es un medio de expresión sencillo e interpersonal.
En mis clases de periodismo nos “enseñan” a tener en cuenta que hay un público que nos lee. Pero me pregunto: ¿los periodistas no tiene derecho a la libre expresión PERSONAL? ¿Hay un momento en qué el periodista olvide por un minuto la imparcialidad y piense en sí? ¿Está? En dónde que no lo veo.
Vuelvo y pregunto, esta vez más alto para que me escuchen: ¿Alguien tiene leve conocimiento de cuándo un periodista se confiesa?
¡Si yo pido un papel, dámelo y no preguntes! Déjame hablar. Waaaa. Tal vez la misma inquietud (la que no te atreves a decirme por miedo al estado) es la que yo puedo tener. Pero con la diferencia de que hablo… y tu no. Ves, y no es personal.
Humillante es callar por miedo. Humillante es ver lo que está mal y voltear la cara. Eso es humillante. Hay un popular refrán que dice: “tu vas a morir como el pescao’… por la boca.” ¡Para bien sea! La palabra se documenta, la imagen perdura y el pensamiento trasciende. Fueron muchos los que hablaron, los “callaron” y hasta el son de hoy brillan con luz propia. Gracias Luther King.
Un verdadero pensamiento colectivo con conciencia es como el viento “viejo pero sopla”. Decir lo que siento, señalar lo que veo, murmurar lo que no veo pero huelo es parte de mi desarrollo, aún viviendo en un estado de locura, altamente avanzado.
No quiero ser una loca humillada.
No quiero seguir viviendo en este mundo de la humillación. I’m so sorry.
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