domingo, 30 de mayo de 2010

Realismo mágico

Hace tiempo está caminando por mi mente la idea de hacer maletas, comprar boleto, colocarme la bufanda, soltar el móvil y emprender un viaje. Un viaje en el cual me voy sola, gracias a que los amigos que me rodean no están listo para una aventura similar, ni siquiera se han de imaginar mi destino final.

Ya tengo todo listo, maletas, boletos, bufanda, 0 móvil y destino definido. Estoy a un paso de tomar el tren, traje conmigo una novelita de bolsillo, para eso no aburrirme y al menos tener una compañía. Sentada y lista para partir a mi nueva aventura. Mientras voy leyendo, mi vista se pierde en el horizonte, juega a la coqueta con el verde del monte y el azul del cielo. Mi mente se va, ahora sí, mirada coqueta y mente perdida. Mente perdida es sinónimo de tu recuerdo. Sólo cinco minutos fue el tiempo que me demoré retomar mi personalidad innata. Camino adelante.

Estoy sola en el vagón, oliendo el rocío de la mañana, limpiando mis ojos del polvorín de los recuerdos, entre toda esta película, me voy acercando al rumbo. Fueron siete horas de viaje y dos paradas.

"Ha sido largo el viaje pero al fin llegue"

Ya llegué, el ambiente es diferente, gente sana, no hay dolores, no hay penas, todo es rosa, amarillo, verde, violeta, azul... todo colores. Welcome to MACONDO.

En el hotel ya me esperaban con frutas y vino, cortesía de la casa. En el lobby me encontré con amigos de la infancia, Calixto y Melibea, tan enamorados como siempre, amor es real, nunca han cambiado, es decir, se desviven el uno por el otro. Más adelante en la piscina, un matrimonio inconcluso voceaba su carencia de cálculo mental. Uno violador confeso me invitó un coñac. Me susurraba al oído con seductora voz: "Me gustaría estar a tu lado, fumando el humo que respiras, abrir los ojos y estar viviendo a tu lado", mientras se toca el pantalón.

Calixto, vio la jugada, se introdujo en el juego y me salvó del "game over".

Tercer día. Un homosexual reprimido, pura adrenalina, escapó de sí para vivir por mí. Se lo agradecí.

Conocí el amor, un jueves gris en la parte posterior del zaguán. Estaba allí, sentado, con libro en mano y fumándose un habano. Lo que siempre soñé, un hombre alto, con voz de locutor y mirada de bebé. Flaco, pelú, interesante y admirable. Con olor a rosas, tierno como la mañana, único como él.

Nos convertimos en uno, una noche de junio, bajo la luz de la luna y el calor de la hoguera de nuestros cuerpos. Fuimos uno... y somos uno. Seremos uno.

Fue amor a primera vista. Fue realismo mágico.

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