Son las 12:27 de la mañana y mis latidos aún te pertenecen. Cada mirada tuya me hace perderme en mi propio mundo. Mundo que se derrumba cuando abandonas nuestra intimidad. Intimidad en la que nos unimos para crear un solo espacio. Espacio que se hace diminuto para la intensidad del momento. Momento que se resume en nosotros. Nosotros, somos el momento.
Cada gota de sudor que resbala sobre tu pecho delinea el borde de mis sueños. Sueños que se danzan en el vaivén de tus entrañas. Entrañas que logran las miradas maliciosas que te regalo. Tú… el regalo.
Realiza encima un acto simbólico que defina la humanidad.
Cobíjame tiernamente en tus brazos.
Introdúcete.
Acaricia mis sentidos.
Desnuda mi alma.
Ensaya sobre mi piel.
Arrópate de sudor.
Enciende la hoguera.
Quema el momento.
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