viernes, 27 de enero de 2012

Agente a la fugacidad

Hay gente y hay gentes. Como todos. Sin embargo, aquellas más fugaces dejan cicatrices, para bien o para mal. Para no decir malos y crear conflictos.

Hace poco conocí una mujer, la cual llamaré ”Cuca”, por salvaguardar su seguridad. Era rara, astuta, ceniza, insignificante, aunque presente. Era, y digo era porque ya no pertenece a mi presente, al menos eso creémos. Era orgullosa, arrogante, insegura, soberbia, altanera y engreída. No era capaz de reconócese, aún cuando otros lo hacían por ella.

Nunca cambió, ¿para que hacerlo?

Hoy se fue, como vino, ya no está. Con la misma intensidad con la que se incorporó, emigró. Me quito su amistad, no sé si la tuve.

Pero la entiendo, lo creo. No sé si la quiera ver, al menos, sí su reacción. Su cara, esa cara.

Siempre supe algo. Ella también, confesada.

Bueno, Cuca hasta pronto. Si lees y te reconoces, te felicito. Cuando  culmines tu travesía estaré en el mismo lugar, posiblemente dormida, escuchando música o viendo una película 3D. No fue intencional, sólo pasó así.

De no ser así, estaré batallado con mis demonios o malos amores. Como siempre.

Cuca, fuiste ese agente a la fugacidad, ese paso a la felicidad, ese trampolín al abismo, ese sorroco en la tiniebla. Algo fuiste.

Te espero como una gran amiga, empieza desde hoy.

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